
Y el placer sabe como coger mi dolor por los cuernos.
El placer conoce mejor que nadie las artes de invocar al olvido, hace renegar sin remedio al dolor por las ausencias.
El placer, como la luz, cuando todo lo invade, simplemente se apodera de las demás cosas que a uno le ocupan, toma todo el terreno a la vista, todo lo conquista y se lo atribuye “soy el placer”.
El placer es una droga fugaz que, a veces, te devuelve roto.
Un ser pasajero al que no le tiembla el pulso ahogándote contra el colchón. Mirándote con odio y amor que es su mirada. Haciéndote creer, en éxtasis, que has sembrado una tierra para llegar a ella en la mañana y descubrir que solo es arena, arena fina sobre la que el placer dibuja.
Sin temblarle el pulso nos deja por locos al sentir que habíamos sembrado una tierra.
El placer no tiene escrúpulos pero puedo jurar que tiene piel y yo me agarro.
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